Era el portavoz parlamentario de Junts pel Sí cuando fue llamado a ser conseller de la presidencia del gobierno de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras el verano de 2017 cuando algunos que estaban en el gobierno en aquél entonces no quisieron afrontar el reto de dar la palabra al pueblo de Cataluña. Jordi Turull estubo allí, sabiendo que iba a ser difícil.
El juez Llarena maniobró contra la democracia y evitó su investidura de forma ignominiosa
Si no hubiese sido por la interferencia anti-democrática y, a entender de muchos, ilegal y prevaricadora por parte del juez Llarena, Jordi Turull hubiese sido investido presidente de la Generalitat en la segunda sesión de su investidura. Pero cuando su nombre empezó a sonar como posible candidato, el juez que se dedica cenar en vacaciones con los adversarios políticos de Turull lo metió en la cárcel evitando su investidura en segunda sesión, cuando solo se requiere más votos favorables que negativos, en una jugada político-judicial tan indigna y posiblemente ilegal que quizás debería haber llevado a la cárcel al juez.
Eso sucedió, además, después del intento de investidura de Jordi Sànchez, también impedido por el sistema de justicia español en un conchaveo bochornoso entre el desprestigiado juez del Tribunal Supremo español Pablo Llarena, que ha sido puesto en ridículo por las justicias belga y alemana, y el Tribunal Constitucional español que se reparten a medias el PP y el PSOE.
Jordi Turull merece y tiene el apoyo de muchísimos. De muchas buenas personas en Cataluña que sienten gratitud hacia él. Lo que quiera.
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